Muchos de nosotros nos considerábamos inferiores, despreciables y nos sentíamos asustados y solos. Lo que veíamos en nuestro interior nunca igualaba lo que veíamos en el exterior de los demás.

Desde un principio, nos sentimos desconectados: de nuestros padres, de nuestros semejantes y de nosotros mismos. Nos aislábamos del mundo mediante la fantasía y la masturbación.  Tratábamos de establecer alguna conexión sumergiéndonos en fotos e imágenes y persiguiendo a los objetos de nuestras fantasías. Perseguíamos con lujuria, y deseábamos que se nos persiguiese con lujuria también.

Nos convertimos en verdaderos adictos: relaciones sexuales con nosotros mismos, promiscuidad, adulterio, relaciones de dependencia y fantasía en aumento. Conseguíamos el sexo con la mirada; lo comprábamos, lo vendíamos, lo intercambiábamos, lo regalábamos. Éramos adictos al coqueteo, a la provocación y a lo prohibido. La única manera que conocíamos de liberarnos de la tiranía del sexo consistía en hundirnos aún más en él. “Por favor, relaciónate conmigo y lléname”, implorábamos de rodillas. A la vez que buscábamos con lujuria tratando de lograr el estado de trance definitivo, cedíamos nuestra propia voluntad a los demás.

Esto nos producía sentimientos de culpabilidad, odio a nosotros mismos, remordimientos, vacío interior y dolor. Nos encerrábamos cada vez más dentro de nosotros mismos, alejados de la realidad, del amor, y perdidos en nuestro interior.

Nuestra conducta imposibilitaba la verdadera intimidad. Desconocíamos lo que era la unión real con alguien, porque nos interesaba sólo lo ilusorio. Nos atraía el “hechizo” de lo físico-sexual, el contacto que producía efectos mágicos; precisamente porque así evitábamos la intimidad y la unión verdadera. La fantasía corrompía lo real, la lujuria mataba al amor.

Primero adictos, después incapaces de dar amor, recibíamos de los demás para llenar el vacío que existía en nuestro interior. Nos engañábamos una y otra vez al pensar que la siguiente persona sería la que nos salvara, y mientras tanto, íbamos desperdiciando nuestras vidas.

(Libro Sexólicos Anónimos, pág. V)

Examínate a ti mismo

¿Tienes un problema con la pornografía o lujuria en Internet?

  • ¿El uso ilícito de Internet ha puesto tu trabajo en riesgo?
  • ¿Has perdido horas de sueño debido al uso obsesivo de Internet?
  • ¿Has mentido a otros para continuar viendo pornografía en Internet?
  • ¿Has dejado de asistir a importantes eventos o reuniones porque estabas en Internet?
  • ¿Crees que estás atrapado en la Red?

Quizás te identifiques con algunas de estas preguntas. Quizá la pornografía en Internet sea ya una actividad habitual en ti.  Si es así, debes saber que no estas solo. Algunos de nosotros hemos pasado muchas horas buscando imágenes pornográficas o buscando contactos sexuales ilícitos en Internet. Sitios de chat o sitios de pornografía, accesos gratuitos o de pago en el mundo de la Web donde hemos consumido nuestras vidas. Nuestra obsesión con el sexo y la lujuria ha invadido nuestros hogares, matrimonios, sitios de trabajo, ordenadores, portátiles, teléfono móviles, tablets. Hemos estado atrapados.

Para liberarnos de todo ésto, nos dimos cuenta de que necesitamos un poder superior a nosotros mismos y además más poderoso que nuestra droga. A través del programa de Sexólicos Anónimos, hemos encontrado este poder superior y la recuperación comenzó. En esta Web puedes leer historias de miembros de SA que comparten su experiencia; lo que funciona para nosotros para superar nuestra adicción a los chat y pornografía de Internet. Estamos agradecidos, recuperándonos de la adicción al sexo, estando sexualmente sobrios y creciendo en recuperación de día en día.

Si deseas parar el abuso de Internet y te identificas con alguna de las historias de esta página, tal vez quieras aprender más de nuestro sencillo programa de recuperación. Deseamos que descubras el camino del regreso feliz al sano juicio.