Un año de sobriedad sexual

Mi primer año de sobriedad.

Es difícil decir cuando y como llegué a ser sexólico. A la edad de 10 u 11 años. Me dieron un calendario de bolsillo con la foto de una mujer desnuda,  (quedé tan impresionado que aún lo recuerdo). Después de eso iba con frecuencia a la tienda del vecindario buscando “calendarios sexis” colgados en las paredes. Rápidamente descubrí que podía conseguir pornografía en la escuela y aún mi padre tenía su colección privada de “revista de chicas” en casa.   Pasaba horas masturbándome  y fantaseando con las fotografías y las imágenes en mi mente, como medio para escapar de mi realidad, (la escuela y mi familia), lo que me hacía sentir incómodo, e inadecuado la mayor parte del tiempo.

A muy temprana edad encontré en la pornografía la forma de enfrentar mi miedo y a mí mismo. Tuve que esperar 30 años de progreso de la enfermedad y mucho sufrimiento para saber que era impotente. Cuando era adolescente la lujuria me demandaba imágenes más explícitas en las revistas que compraba y escondía en casa. Empecé a ingerir licor de manera progresiva en forma similar, pero fue difícil admitir que tenía problemas de alcohol y sexo, (por mucho tiempo en ese momento). A la edad de 18 descubrí los cines porno y las tiendas de sexo en Madrid, disfrutaba horas viendo películas esperando algo nuevo y más explícito. Dios sabe cuánto dolor y terrible sufrimiento me causaban esas imágenes.

A los 30 años, después de una larga carrera de bebedor me uní a AA, no paso mucho tiempo para darme cuenta que mi vida había cambiado para mejor después de dejar de beber. Pero seguí impotente con mi comportamiento sexual, veía más pornografía que antes. Contacté con SA en Madrid, pero no estaba listo para la solución. Me comprometía en relaciones  en las que era celoso y obsesivo.

Mi problema sexual se salió de control. Durante muchos años busqué sexo con hombres en los cines porno. En las últimas etapas de mi adicción no podía pasar tres o cuatro días sin hacer fila en los cines.  Sentía vergüenza, miedo, culpa, estos sentimientos  eran insoportables. Prometí miles de veces no volver, pero a las pocas semanas o días estaba allí  de nuevo. Le pedí a Dios que me quitara esa terrible obsesión de mi mente, pero no podía parar de masturbarme, coquetear, o tener relaciones con una mujer después de otra. Estas relaciones eran cada vez más cortas y más dolorosas.

Estaba  en SA antes de realmente poder parar. He parado muchas veces, pero recaía a las pocas semanas o meses. No sabía lo que estaba mal conmigo.  Cada vez era peor. Después de cada recaída mi padrino me preguntaba, “¿A qué es lo que te aferras que no quieres soltar?” Yo deseaba disfrutar la lujuria y tener coqueteo sutilmente o buscar mujeres o simplemente pensar en ello.  Después de que paré, la lujuria seguía en mi mente. No era de extrañar que recayera periódicamente.

Una vez estando en Vizcaya, al norte de España, habiendo estado sobrio por dos o tres semanas. Sentí el deseo de consumir, (me había detonado el día anterior en la playa). Una vez más me sentí impotente ante la locura que me llevaría a algún lugar a buscar mi droga: pornografía. Hice una llamada a un compañero, pero yo deseaba consumir, yendo a un sitio, “algo” me hizo detenerme por un momento. El deseo era doloroso; me senté en un banco. Por un momento pude ver en lo que se había convertido mi vida, y en lo que se convertiría si no paraba lo que estaba haciendo, bebería de nuevo, sería una persona sin hogar y me suicidaría. Pero no podía parar.

En aquel momento, desesperado, comencé a orar, allí sentado, dije algo como “Dios soy impotente ante esta tentación, por favor ayúdame”. No sé como pero algo me hizo salir de allí y buscar ayuda. Como no había grupo de SA en ese pueblo me fui a buscar un grupo de AA. El grupo más cercano estaba cerrado, entonces me fui para otro en un sitio más lejano de la ciudad.  Algo me dijo que tenía que estar en contacto con otro adicto, no importa la adicción.

Estaba orando y leyendo literatura de SA mientras iba en el metro, la obsesión era tan dolorosa como siempre. Pero esta vez aceptaba, dispuesto a aceptar el dolor con la ayuda de Dios, en lugar del dolor de recaer una vez más. Llegue al grupo de AA muy tarde, pero no importo. Me sentí bienvenido. Al final de la reunión el deseo se había ido, estaba cansado pero sobrio y más sereno.

Cuando escribo estas líneas llevo sobrio un año, por la gracia de Dios, un día a la vez. He tenido unas tentaciones difíciles, especialmente los primeros meses. Ese día en Vizcaya aprendí dos poderosas lecciones:

Primero: siempre que esté dispuesto a aceptar el dolor de resistir una  tentación, Dios siempre estará ahí para llevarme a un lugar mejor.  Siempre y cuando acepte humildemente mi impotencia sobre la fantasía sexual, (si la consiento me llevara al infierno en donde estaba).

Segundo: aprendí que orar es más poderoso que la fantasía.

Mi vida ha cambiado drásticamente, supongo que esto es solo el comienzo. Trabajando el paso cuatro comencé a ver lo impotente que soy, no únicamente ante mis instintos descarriados, también sobre mis miedos, resentimientos, sentimientos inadecuados  y culpa. La lujuria y el alcohol mataban el dolor que me permitían enfrentar la vida. En las últimas etapas de mi adicción la lujuria me causaba más dolor y deseaba matarme. La lujuria me mato espiritualmente y pudo matarme físicamente.

Hoy como persona soltera, estoy muy agradecido con SA por su definición de sobriedad, la cual me protege del autoengaño que fue una constante en mi vida durante años, y me hace sentir seguro si respeto ciertos límites. Como soy soltero, algunos miembros me han sugerido no tener novia durante el primer año de sobriedad, al comienzo era duro para mi aceptarlo,  a menudo debido a mi auto engaño, pero era la enfermedad la que me hablaba. Pero ahora que he estado sobrio por un año, no estoy apurado. No siento la necesidad que sentía antes de tener una novia. Prefiero dejar esto a Dios.

Dios los bendiga a todos.

Manuel. Madrid.